Días de colegio
A golpes de silbato subíamos a clase,
un vaso de yogurt nos servia de plumier
en los pupitres.
El cuaderno de ortografía
nos obligaba a escribir
nuestras peores frases:
mi mama me mima.
La consigna de la semana
presidía la clase.
A medio día comíamos
con comida del colegio
o con comida de casa.
Por las tardes Pepita
nos traía cacao con galletas,
luego la ruta de autobús
nos llevaba a casa.
En mayo: con flores a María.
El ángelus a las doce.
A formar en filas:
a cubrirse ya, firmes ya.
Así trascurrían nuestros días de colegio.
Con el tiempo lo normal
fue estar loco o ser poeta.
Del libro “Ese rostro casi violento” Javier PEREZ-AYALA (2007) (ISBN.- 84-935080-6-3)
un vaso de yogurt nos servia de plumier
en los pupitres.
El cuaderno de ortografía
nos obligaba a escribir
nuestras peores frases:
mi mama me mima.
La consigna de la semana
presidía la clase.
A medio día comíamos
con comida del colegio
o con comida de casa.
Por las tardes Pepita
nos traía cacao con galletas,
luego la ruta de autobús
nos llevaba a casa.
En mayo: con flores a María.
El ángelus a las doce.
A formar en filas:
a cubrirse ya, firmes ya.
Así trascurrían nuestros días de colegio.
Con el tiempo lo normal
fue estar loco o ser poeta.
Del libro “Ese rostro casi violento” Javier PEREZ-AYALA (2007) (ISBN.- 84-935080-6-3)
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